
Es gracioso ver a los candidatos presidenciales haciendo campaña indirecta y hasta directa aprovechando la crisis pandémica actual. No nos queda más que reír para no indignarnos de la burla que esa actuación implica para cada uno de nosotros. Viéndolo de un lado positivo, al menos compiten como si fueran empresas y los contagiados salen beneficiados de esas ansias de lograr la popularidad y el futuro voto.
Nos han presentado un reality show de lo que son capaces (o incapaces) de hacer cuando se tienen que valer por sí mismos. ¿Debiera nuestra salud depender de un político, de un funcionario, de un candidato? Y por si fuera poco los casos de corrupción no paran de sonar en medio de la pandemia, nuestros médicos si tienen dicha de comer algo les toca galleta de soda con queso geo. La emergencia nacional no es para hacer campaña, aunque estemos en un año electoral. Mas bien, es el deber cívico y político de cada candidato de colaborar con el gobierno y las instituciones de salud con las herramientas a su disposición para que podamos mitigar esta crisis.
La crisis ha puesto en evidencia nuestro caótico sistema de salud y corresponderá a todos los sectores sentarse a la mesa para redefinir el sistema de salud que le hace falta a nuestro país. Queda evidente que la solución no es solo aportar porcentajes del PIB a una cartera, pues ya se hizo en educación y los resultados fueron vergonzosos. Un hospital y una escuela no funcionan bien si dependen de un burócrata diciéndoles que hacer. Ya que tenemos la infraestructura y quizás necesitemos mejorarla, démosle a cada centro la oportunidad de auto gestionarse y permitámosle al ciudadano elegir la opción de su conveniencia.
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