El Magnicidio a Trujillo: algunas consideraciones.

El 30 de Mayo marca un antes y un después en la historia dominicana. ¿Cuáles han sido los avances y retrocesos desde entonces?


El 30 de Mayo de 1961 es una fecha importante para la historia dominicana para muchas personas, que marcó un antes y un después en nuestra identidad cultural. Ese es el día en que el dictador Rafael Trujillo Molina, apodado “El Jefe”, fue acribillado en horas de la noche por parte de una serie de personas que formaban parte de su entorno más privado.

Desde entonces, la historia que ocurrió luego de dicho acontecimiento está más que documentada y conocida, pero de la cuál podemos extraer algunas consideraciones y enseñanzas.

Si bien es cierto que la Era de Trujillo tuvo sus aciertos y sus errores, no menos cierto es que la misma se debió a factores en la composición socio-cultural e histórica de nuestro pueblo que posibilitaron, no en una, sino en varias ocasiones, la aparición y perpetuación de regímenes de fuerza, y por duro que suene lo que voy a decir, el período que va desde 1930 hasta 1961 fue el penúltimo proceso estabilizador en Rep. Dominicana, precedido por supuesto por la dictadura de Ulises Heureaux, el gobierno de Ramón Cáceres y el Gobierno Militar de los Marines Estadounidenses, quienes sentaron las bases, tanto materiales, como jurídicas y legales, del régimen trujillista y los posteriores gobiernos “democráticos”, quienes en buena medida perpetuaron el legado dictatorial en cuanto a métodos y estilos, ya que no modificaron las estructuras que posibilitaron la aparición de la dictadura.

Esto último lo digo por los hechos más recientes, y de los cuales no pretendo hacer mención aquí, pero también, por el modo en como se desenvolvieron los acontecimientos que llevaron al asesinato de Trujillo, y de los cuales haré una descripción suscinta pero reflexiva:

La caída del régimen trujillista no se debió necesariamente a las ansias de la gran mayoría de los dominicanos, como nos han querido vender, sino a los deseos de un grupo de personas cercanas al dictador que fueron afectados de forma negativa por éste, y también a los intereses de Washington, quienes desde finales de los años 1950 veían con preocupación la perpetuación de un régimen que eventualmente podía desembocar en un gobierno similar al de Cuba con Fidel Castro (muy a pesar de que existen diferencias notables entre nuestro país y la vecina isla caribeña), y deseaban asegurar sus negocios y las pocas inversiones que Trujillo les permitió montar en el país, así como los contactos que habían establecido con figuras clave tanto en la vida institucional como social dominicanas. Los deseos de muchos dominicanos, fueran aliados del trujillismo o no, fueron sencillamente secundarios o sin importancia. Eso sin mencionar, claro está, que muchos de los que participaron en el complot que terminó con la vida de “El Jefe” actuaron movidos no por convicciones democráticas, sino porque muchos de ellos habían sido atacados de forma personal, ya fuera a través de sus familiares, o tocando sus aspiraciones económicas. Todo esto, unido al ambiente interamericano creado tras la barbárica intentona de asesinato contra el presidente de Venezuela Rómulo Betancourt en junio de 1960, crearon el caldo de cultivo perfecto para la eliminación física de Trujillo y su régimen personalista.

Y así, llegamos al 30 de Mayo de 1961, una historia que todos conocemos, ya sea de forma romantizada o no, pero lo que poco suele tocarse son las implicaciones y consecuencias de dicho evento, que solo pueden traducirse en la perpetuación del mismo andamiaje socio-cultural que favoreció la aparición del trujillato y su estilo de gobierno, la resucitación del caudillismo y el sostenimiento de los sistemas clientelares y populistas de los que se nutrió la dictadura, mismo que ha sido utilizado por los partidos para irse perpetuando consecutivamente en el poder, con una “democracia” fallida que solo ha esparcido más corrupción, miseria y atraso que durante la Era de Trujillo y los gobiernos anteriores, salvo honrosas excepciones históricas.

Lo indubitable de todo esto, a pesar de lo dicho, es que la dictadura trujillista constituía un lastre para el desarrollo del país, y fueron necesarios varios años para tratar de superar sus aspectos más negativos, los cuales no han sido superados del todo por causa de la ambición desmedida de nuestros dirigentes, quienes preservan actitudes autoritarias y retrógradas, poco aptas para una sociedad cada vez más joven, globalizada y hastiada de semejantes modelos, y que no solo aspira a un cambio, sino que opera con ese objetivo.

Al final, la caída del trujillismo no fue en sí un mal paso, como quizás algunos pudieran pensar, pero si un paso que fue desaprovechado por una ciudadanía a la que hay que reconocer como incompetente en aquella época, pero que hoy está dispuesta – y lo ha demostrado – a reivindicarse y hacerle frente a la clase política local.

Espero que esa buena disposición se traduzca en hechos concretos que ayuden a transitar por senderos de Libertad, Justicia, Prosperidad y Desarrollo.

 


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