CRISIS EN HAITI: IMPACTO DE UNA SOMALIZACIÓN EN EL CARIBE


Una vez más, Haití ha vuelto a ser noticia, y no precisamente por cuestiones positivas.

A raíz de la muerte de Jovenel Moise, el país antillano ha vuelto a  caer en una espiral de caos, violencia y muerte como no se había vuelto a ver en ese territorio desde 2004, y esta vez teniendo como protagonistas no a militares rebeldes, sino a bandas criminales.

Dichas bandas operan a sus anchas en el territorio haitiano, gobernando barrios e incluso regiones enteras, donde establecen sus normas, impuestos e incluso servicios a los fines de ir socavando a las débiles autoridades en Puerto Príncipe, quienes lejos de plantear soluciones al problema, se hacen de la vista gorda, buscando culpables fuera del territorio haitiano, e incluso en algunos casos colaborando tácitamente con los grupos delincuenciales que incluso controlan la distribución de los combustibles y hasta los puertos y aeropuertos. Se trata pues, de una situación que se asemeja mucho a lo ocurrido en Somalia, país del Cuerno de África que durante 2 décadas fue gobernado de forma simultánea por cortes islámicas y piratas, quienes se convirtieron en verdaderos azotes del mar y auténticos señores del crimen. En ese mismo escenario es que se encuentra Haití, con el agravante de que esta situación puede llegar a afectar a los países del Caribe, Centro y Sur América, como en efecto se ha visualizado recientemente en la frontera entre México y Texas, y cuyas implicaciones migratorias ya se han visualizado en Rep. Dominicana y las naciones del CARICOM.

En el contexto dominicano, la reacción ante la hecatombe en el vecino territorio créole no se ha hecho esperar y, aunque se les ve como medidas arbitrarias y desesperadas (que lo son en lo segundo, de cara al interior de la opinión nacional), no menos cierto es que, dada la situación existente, se consideran necesarias para salvaguardar la seguridad e integridad quisqueyanas frente a una clara amenaza a la estabilidad de una de las regiones más volubles del mundo, y que por supuesto, no deberán ser de otro carácter que no sea el transitorio.

En todo caso, la crisis en Haití debe servir de reflejo para otros países cuando se toman malas decisiones en materia de gobernanza, y a juicio de quien escribe, espero que sirva como una lección de contraste, para que, en aras de preservar y procurar la Libertad, el Progreso y la Paz, no se repitan los errores del pasado.


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